LA CORONA ESPAÑOLA, EN DEFENSA Y PROTECCIÓN DE LOS INDIOS, ACABÓ CON LA CRUEL DOMINACIÓN DE LOS CONQUISTADORES AZTECAS E INCAS
Se trataba de una ayuda que los indios necesitaban de especial manera. Como es sabido, aunque a menudo se olvida, los pueblos de América Central habían caído bajo el terrible dominio de los conquistadores aztecas. En las grandes pirámides que servían de altar, se llegaron a sacrificar a los dioses aztecas hasta 80.000 jóvenes de una sola vez. Las guerras se producían por la necesidad de conseguir nuevas víctimas.
Se acusa a los españoles de haber provocado una ruina demográfica que, como se sabe, se debió en gran parte al choque viral. En realidad, de no haberse producido su llegada, la población indígena habría quedado reducida al mínimo como consecuencia de la hecatombe provocada por los dominadores entre los jóvenes de los pueblos sojuzgados. La intransigencia y a veces el furor de los primeros católicos llegados a estas regiones encuentran una fácil explicación ante esta oscura idolatría en cuyos templos se derramaba sangre humana.
En los últimos años, la actriz norteamericana Jane Fonda que, desde la época de Vietnam intenta presentarse como «políticamente comprometida» defendiendo causas equivocadas, quiso sumarse al conformismo denigratorio que hizo presa de no pocos católicos. Si estos últimos lamentan (cosa increíble para quien conoce un poco lo que eran los cultos aztecas) lo que llaman «destrucción de las grandes religiones precolombinas», la Fonda fue un poco más allá al afirmar que aquellos opresores «tenían una religión y un sistema social mejores que el impuesto por los cristianos mediante la violencia». Un estudioso, también norteamericano, le contestó en uno de los principales diarios, y le recordó a la actriz (tal vez también a los católicos que lloran por el «crimen cultural» de la destrucción del sistema religioso azteca) cómo era el ritual de las continuas matanzas de las pirámides mexicanas.
He aquí lo que le explicó: «Cuatro sacerdotes aferraban a la víctima y la arrojaban sobre la piedra de sacrificios. El gran sacerdote le clavaba entonces el cuchillo debajo del pezón izquierdo, le abría la caja torácica y después hurgaba con las manos hasta que conseguía arrancarle el corazón aún palpitante, para depositarlo en una copa y ofrecérselo a los dioses. Después, los cuerpos eran lanzados por las escaleras de la pirámide. Al pie, los esperaban otros sacerdotes para practicar en cada cuerpo una incisión desde la nuca a los talones y arrancarles la piel. Se lo llevaba a su casa y lo partía en trozos, que después ofrecía a sus amigos, o bien éstos eran invitados a la casa para celebrarlo con la carne de la víctima. Una vez curtidas, las pieles servían de vestimentas a la casta de los sacerdotes». Mientras que los jóvenes de ambos sexos eran sacrificados así por decenas de miles cada año, pues el principio establecía que la ofrenda de corazones humanos a los dioses debía ser ininterrumpida, los niños eran lanzados al abismo de Pantilán, las mujeres no vírgenes eran decapitadas, los hombres adultos, desollados vivos y rematados con flechas. Y así podríamos continuar con la lista de delicadezas que dan ganas de desearle a Jane Fonda (y a ciertos frailes y clericales varios que hoy en día se muestran tan virulentos contra los «fanáticos» españoles) que pasara por ellas y que después nos dijera si es verdad que «el cristianismo fue peor».
Algo menos sanguinarios eran los incas, los otros invasores que habían esclavizado a los indios del sur, a lo largo de la cordillera de los Andes. Como recuerda un historiador, «los incas practicaban sacrificios humanos para alejar un peligro, una carestía, una epidemia. Las víctimas, a veces niños, hombres o vírgenes, eran estranguladas o degolladas, en ocasiones se les arrancaba el corazón a la manera azteca». Entre otras cosas, el régimen impuesto por los dominadores incas a los indios fue un claro precursor del «socialismo real» al estilo marxista. Obviamente, como todos los sistemas de este tipo, funcionaba tan mal que los oprimidos colaboraron con los pocos españoles que llegaron providencialmente para acabar con él.
ARMA CÍNICA DE UNA GUERRA PSICOLÓGICA DE LOS ENEMIGOS DE ESPAÑA Y DE LA IGLESIA CATÓLICA CONTRA EL IMPERIO HISPÁNICO
«Arma cínica de una guerra psicológica», es como define Pierre Chaunu el uso que las potencias protestantes hicieron de la obra de fray Bartolomé de las Casas. Las riendas de la operación antiespañola las llevó sobre todo Inglaterra, por motivos políticos, pero también religiosos, pues en aquella isla, la separación de Roma efectuada por Enrique VIII había dado lugar a una Iglesia de Estado bastante poderosa y estructurada como para ponerse al frente de las demás comunidades reformadas de Europa. La lucha inglesa contra España fue vista así como la lucha del «Evangelio puro» contra «la superstición papista».
Los Países Bajos y Flandes desempeñaron un papel importante en esta operación de «guerra psicológica», pues estaban enzarzados en una lucha contra los españoles. Fue precisamente un flamenco, Theodor De Bry, quien diseñó los grabados que acompañarían una de las tantas ediciones realizadas en tierras protestantes de la "Brevísima relación": dibujos truculentos, en los que los ibéricos aparecen entregados a todo tipo de sádicas crueldades contra los pobres indígenas.
Dado que las imágenes de De Bry (que, como es lógico suponer, trabajó basándose en su imaginación) son prácticamente las únicas antiguas de la Conquista, y fueron reproducidas profusamente y continúan apareciendo incluso hoy en todos los manuales escolares, no hace falta precisar en qué medida contribuyeron a la formación de la leyenda negra.
Para añadir un elemento más a los muchos que ya se han citado, es preciso observar que nunca se reflexiona sobre lo que ocurrió después del dominio español. Ya se sabe que España fue invadida por Napoleón y que, a pesar de la resistencia tenaz e invencible que constituyó el primer síntoma del fin del imperio francés, tuvo que abandonar a sí mismos los extensos territorios americanos. (Asombrosamente, el De Bry español fue Goya, que puso su pincel al servicio de otra leyenda negra antiespañola fomentada por ilustración francesa).
HOSTILIDAD DE LA ÉLITE CRIOLLA Y LOS TERRATENIENTES, CONTRA LAS LEYES DE LA MONARQUÍA HISPANICA PROTECTORAS DE LOS INDIOS
Al eclipsarse la estrella napoleónica, España reconquistó su gobierno, pero ya era demasiado tarde para restablecer el 'statu quo' en las tierras de ultramar. Resultaron inútiles los intentos de domar la revolución de los «criollos», es decir, de la burguesía blanca que había logrado radicarse en aquellas zonas. Esos burgueses acomodados eran los que desde siempre habían mantenido tensas relaciones con la Corona y el gobierno de la madre patria, acusados por esos burgueses criollos de «defender demasiado» a los indígenas y de impedir su explotación. La hostilidad de los criollos iba dirigida sobre todo contra la Iglesia, y en particular, contra las órdenes religiosas, no sólo porque velaban para que se respetaran las leyes de Madrid que tutelaban a los indios, sino también porque, incluso antes de Bartolomé de las Casas —la primera denuncia contra los conquistadores se hizo en el año 1511 en una iglesia con techo de paja de Santo Domingo y la pronunció el padre Antonio de Montesinos—, siempre habían luchado para que dicha legislación fuese mejorada continuamente. ¿Se olvida acaso que las expediciones armadas para destruir las reducciones de los jesuitas habían sido organizadas por los terratenientes españoles y portugueses, los mismos que ejercieron fuertes presiones sobre sus respectivas Cortes y gobiernos para que la Compañía de Jesús fuese eliminada definitivamente?
Debido a esta oposición a la Iglesia, vista como aliada de los indígenas, la élite criolla que condujo la revolución contra la madre patria estaba profundamente contaminada por el credo masónico que dio a los movimientos de independencia un carácter de duro anticlericalismo —por no decir de anticristianismo—, que se mantuvo hasta nuestros días. Hasta el martirio de los católicos en México, por ejemplo, ocurrido en la primera mitad del siglo XX.
DESPOTISMO ILUSTRADO DE LOS FALSOS LIBERTADORES
Los libertadores, los jefes de la insurrección contra España fueron todos altos exponentes de las logias. Por lo demás, en aquellas tierras se formó en la ideología francmasónica Giuseppe Garibaldi, destinado a convertirse en Gran Maestro de todas las masonerías. Un análisis de las banderas y los símbolos estatales iberoamericanos permite comprobar la abundancia de estrellas de cinco puntas, triángulos, pirámides, escuadras y todos los elementos de la simbología de los «hermanos».
Resulta innegable el hecho de que en cuanto se liberaron de las autoridades españolas y de la Iglesia, los criollos invocaron los principios de hermandad universal masónica y de los «derechos del hombre» de jacobina memoria, para liberarse de las leyes de tutela de los indios.
Casi nadie dice la amarga verdad: pasado el primer período de la colonización ibérica, fatalmente duro por el encuentro/desencuentro de culturas tan distintas, no hubo ningún otro período tan desastroso para los autóctonos iberomericanos como el que se inicia en los albores del siglo XIX, cuando sube al poder la burguesía supuestamente «iluminada».
Al contrario de lo que quiere hacer creer la leyenda negra protestante e iluminista, la opresión sin límites y el intento de destrucción de las culturas indígenas comienzan cuando la Iglesia y la Corona abandonan la escena. Desde entonces se inicia una obra sistemática de destrucción de las lenguas locales, para sustituirlas por el castellano, idioma de los nuevos dominadores que proclamaban haber asumido el poder «en nombre del pueblo». Pero era un «pueblo» constituido sólo por la exigua clase de los terratenientes de origen europeo.
A partir de entonces aparecen las medidas que nunca se habían implantado en el período virreinal para impedir el mestizaje, la mezcla racial y cultural. Mientras la Iglesia aprobaba y alentaba los matrimonios mixtos, los gobiernos liberales se opusieron a ellos y, con frecuencia, los prohibieron.
FRENTE COMÚN DE LAS LOGIAS
Se comenzó así a seguir el ejemplo poco evangélico de las colonias anglosajonas del Norte, donde también, y no por casualidad, fue la masonería la que guió la lucha por la independencia. Se creó entonces un frente común entre las logias de la América septentrional y la meridional, primero para vencer a la Corona de España y después, a la Iglesia Católica. De este modo nació la dependencia —que marcará toda la historia y que continúa hasta hoy— del Sur con respecto al Norte.
Resulta curioso ver cómo los progresistas que señalan las culpas de la dominación católica española denuncian, al mismo tiempo, la dependencia de Estados Unidos de Iberoamérica; es evidente que no se dan cuenta de que su doble protesta encierra una contradicción: mientras pudieron, los reyes de España y los papas fueron los grandes defensores de la identidad religiosa, social y económica de las zonas «católicas». El «protectorado» norteamericano quedó determinado por los criollos, «los ricos colonos que quisieron deshacerse de las autoridades españolas y religiosas para poder llevar a cabo sin impedimentos sus negocios». Así dice Franco Cardini a propósito de los norteamericanos cuya ayuda, a menudo oculta, solicitaron los «hermanos» en lucha contra la Corona y la Iglesia: «Baste recordar los desmanes que acompañaron la hegemonización de la zona panameña y la guerra de Cuba a finales del siglo XIX; baste recordar el constante apoyo norteamericano al gobierno laicista mexicano, que desde hace décadas mantiene una Constitución que, con su contexto más que anticlerical, anticatólico, humilla y ofende los sentimientos de la mayoría del pueblo mexicano, y cuando se perfilaba la posibilidad de que algo cambiara, EEUU apoyó a bandidos como Venustiano Carranza. Y no movieron un solo dedo durante la sanguinaria persecución anticatólica de los años veinte». Ya se sabe que hoy en día el gobierno norteamericano favorece y financia el proselitismo de sectas protestantes que tiene el efecto de apartar al pueblo de sus tradiciones de casi medio milenio, lo cual constituye una grave violación de la cultura.
Los esfuerzos «racistas» realizados después de la salida de España quedaron plasmados simbólicamente en el arte. Mientras que antes las dos culturas se habían entrelazado maravillosamente, dando vida a las obras maestras del barroco mestizo, con la llegada al poder de los iluministas volvieron a separarse. La extraordinaria arquitectura de las ciudades virreinales y de las misiones fue sustituida por la arquitectura de imitación europea de las nuevas ciudades burguesas, en las que ya no había sitio para los pobres indios.